Nota

Sultán (o rato) e máis eu (Carp) facemos O RATO ALQUIMISTA



venres, 9 de marzo de 2018

Sobre violines...









Entre 1936 y 1986 un músico llamado Julian Altman se ganaba la vida tocando su viejo y negro violín, y aunque llego a tocar en la Washington Symphony Orchestra y fiestas privadas de la clase alta su vida profesional transcurría entre algunos clubs y pequeñas orquestas de Nueva York. Se casó y se divorció en dos ocasiones y tuvo una hija. También tuvo un cáncer de estómago que acabaría por llevarlo a la tumba sin haber conocido nunca la gloria cómo violinista.


Al final de sus días Altman mandó llamar a Marcelle, su segunda esposa, pidiéndole además que se le llevara su violín y su estuche. Una vez en sus manos abrió el estuche y sacó unos viejos recortes de periódico que tenía ocultos en el interior, en ellos se narraba la historia de un robo en 1936, en el que al violinista polaco Bronislaw Huberman le habían sustraído un violín Stradivarius construido en 1713, a este violín le llamaban el Gibson, por ser también así como se llamaba su primer propietario.
Era la segunda vez que se lo robaban, la primera vez  se lo arrebataron de su cuarto de hotel en Viena en 1919, y aparecería a las pocas semanas al parecer entrgado por el ladrón arrepentido. Pero en esta ocasión no tendría esa suerte y no volvería a verlo más, teniendo que conformarse con los 30000 dólares en los que estaba asegurado.

Altman le confiesa a su ex esposa que él es el autor del robo y que ese viejo y mugriento violín es el Gibson robado, teñido con una oscura capa de betún para pasar desapercibido. Desde que lo robo hace más de 50 años siempre ha estado en sus manos sin recibir ningún tipo de mantenimiento ni restauración que no fuese echa por el mismo.

 Altman explica también que cuando el era un joven músico su madre estaba convencida de que el tenia un grandísimo talento, le decía que era un genio y se lamentaba de que ella fuese incapaz económicamente de proporcionarle a su talentoso hijo un instrumento digno de su nivel, Así que urdió un plan, y cuando Huberman se presentó en 1936 para dar un recital en el Carnegie Hall de Nueva York  Altman aprovecha para colarse entre bastidores y tomar el Gibson que había quedado en el camerino mientras Huberman  estaba actuando con otro violín. Altman oculta el Stradivarius en su abrigo y se esfuma.

Tras la muerte de Altman su ex esposa se pone en contacto con la empresa aseguradora que legalmente es propietaria del violín, y tras largas negociaciones llega a un acuerdo para devolverlo recibiendo a cambio 263000 dólares. Posteriormente la hija de nuestro ladrón reclamaría una parte de ese dinero, pero para cuando ganó el juicio la señora ya lo había dilapidado para acabar viviendo en una caravana...

En 1987 Gibson fue entregado, Charles Beare fue el experto encargado en verificar la autenticidad del violín así como de su posterior restauración en su taller de Londres. La tapa tenia resina, una grieta mal reparada y varios raspones a causa del  reiterado uso del arco, Pero tres meses después el Gibson ya estaba restaurado y fue presentado en sociedad al lado de el Soil, otro prestigioso Stradivarius de 1914.

El violinista británico Norbert Brainin adquirió el instrumento y lo tuvo en su poder hasta 2001 que lo puso a la venta, es entonces adquirido por Joshua Bell, un joven y afamado violinista estadounidense.
Para comprarlo Joshua tuvo que vender primero por la cantidad de dos millones de dolares el Tom Taylor, otro Stradivarius pero no tan antiguo, concretamente de 1732. Luego pidió prestado el resto del dinero que necesitaba, que se dice que fue entre los tres millones y medio o cuatro millones de dolares


 En Febrero de 2012 se intentó robar de nuevo el Gibson, concretamente durante una estancia en Zaragoza de Joshua Bell para celebrar un concierto. Los ladrones entraron en su habitación del hotel y forzaron la caja fuerte, pero en ese momento el instrumento estaba en manos de su propietario, ya que lo cuida con celo y no suele separarse de el.


En una mañana de enero de 2007 un violinista toca en una estación de metro de Washington. Durante 45 minutos toca seis melodías de diversos compositores clásicos. Recauda 37 dólares y 17 céntimos de las mas de 1000 personas que pasaron por su lado. Solo siete personas se detuvieron a escuchar. Y solo una mujer pudo reconocer en el al joven talento que tres días antes había llenado el Boston Symphony Hall con unos precios de entrada que rondaban los 100 dólares. Esta mujer había asistido a una de sus actuaciones, El violinista era Joshua Bell, y su violín el Stradivarius Gibson.
El motivo de la extraña presencia de Joshua en el metro era que estaba participando en un experimento propuesto por el Washington Post para comprobar que capacidad tenía la gente para percibir la belleza en un entorno banal. Y de paso intentar vender mas periódicos




En 2014 Joshua Bell dejando esta vez de lado el anonimato regresó al metro acompañado de nueve músicos y ofreció un nuevo recital de media hora de duración Y así de paso promocionar su disco que acababa de salir a la venta. Que todo está bien decirlo






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